16 feb 2016

Un Jack & Coke, dos verrugas y el volumen en 10.

No es algo anormal que la muerte sirva para agitar un poco ciertas percepciones, y en la música en particular es algo que pasa muy seguido, cuanto más conocida la figura, mayor la agitación.

Por eso es que la muerte de Lemmy, en los últimos días del 2015 agitó bastante la percepción que se tenía sobre él, su obra y el rock pesado en general. En muchos lados, la mayoría, leí reseñas de periodistas o aficionados que claramente no conocían a Motörhead más allá de su nombre como banda estandarte del rock pesado "no mainstream" y muy cara al metalero que se precie de tal.
Es lógico y pasa siempre, después de todo no se puede esperar que todos conozcan a fondo de lo que hablan para hacer la nota o columna necesaria en el medio de comunicación para el que trabajan. Pero a partir de ésto, me parece necesario hacer mi propia nota: ahí va.

Conocí a Motörhead en serio (más allá del nombre) por el año 2000, época en la cual compraba revistas del palo como la Madhouse (algunas de ellas ya viejas) y una reseña hablaba muy bien del "Everything Louder than Everyone Else", disco doble en vivo de la gira del disco "Snake Bite Love", tanto por la lista de temas como por el sonido, suficiente para convencerme de ir a buscarlo al Musimundo del Soleil (porque las dos disquerías del centro de Boulogne a gatas tenían Metallica) y de ahí no hubo vuelta atras. Fue instantaneo, Metropolis, Stay Clean, Over your Shoulder, Overkill, Lost in The Ozone, Bomber, Killed by Death y muchos más. Era una aplanadora demasiado potente como para no quedar atrapado por la voz aguardentosa de Lemmy y ese sonido que hacía parecer imposible que solo fueran 3 tipos en el escenario.

Definir a Motörhead es algo difcil, porque es Metal y no es. Ya se puede leer por ahí notas que le han hecho a Lemmy en la que el deja en claro que no considera a Motörhead dentro del genero metal, y en cierto punto es cierto, aunque aún más cierto es que ésto (el encasillamiento) no debería importarle a nadie.
Motörhead toma el espíritu y velocidad del Punk, Guitarras a través de un Marshall al taco, un sonido de bajo distorsionado único en su especie, una cierta densidad en las letras (a veces), una voz de motor de Mercedes 1114 fundido y una base rítmica que no escaseaba del doble bombo. Desde lo visual también incluía ropas de cuero negro, cruces bélicas y demas imaginería. Con lo cual enmarcarlo en lo que es el Metal tenía sentido, ya que tenía más cosas en común que en disonancia.

Nunca se pudo decir que Motörhead fue popular, ha tenido uno o dos discos en el top 10 en Inglaterra pero nunca ha sido una banda que haya hecho estadios por si sola, sino más bien de girar por lugares relativamente pequeños o en festivales. En Argentina ha tocado sola en lugares de entre 5000 a 7000 personas, incluyendo varios Luna Park en distintas venidas, con excepción de la primera en la que tocó en el Hipodromo de La Plata con Riff teloneando, en el 95. Hoy decir que es de culto queda algo chico, pero popular tampoco es, masiva lo mismo.



Por qué teníamos tan arraigado a Lemmy? Porque el hacía siempre lo mismo. Motörhead siempre fue una banda de rock n roll directo, sin pelotudeces, un lugar al cual uno podía volver siempre y no iba a cambiar, aun cuando tanto nosotros como ellos estuvieramos más viejos. El mundo cambiaba, Motörhead no. 
Podríamos trazar una similitud con AC/DC, con la diferencia en popularidad y que los Australianos tuvieron un nivel de actividad mucho más bajo en los últimos 20 años, en giras y discos. Y para peor de males, el tipo seguía viviendo como a los 40 y pico, fumaba y escabiaba whisky como un cosaco, uno de esos tipos que era imposible de cambiar. En síntesis, un personaje que uno necesita tener en su vida.

Tanto es así, que en sus últimos años vivía en un lugar relativamente pequeño en Los Angeles, cerca de su bar y segunda casa, el Rainbow. Así como tenía mucha cabeza músical, nunca la tuvo para los negocios y firmó malos contratos uno tras otro lo cual le evitó poder tener un bienestar económico mejor, aunque creemos que tampoco le interesaba demasiado.
Así fue que, en su última venida el año pasado se lo notó más estático que de costumbre y a veces quedándose sin voz, más allá de disfrutarlo me dije no volver a ir si venía la banda en solitario porque ya no le hacía justicia a su legado, pues no fue necesario.

Me quedo con el recuerdo del recital del Luna Park en 2011, cuando aún estaba con toda su fuerza y en el que aguanté todo el show bien adelante, con un calor insoportable, en lo que fueron de los 90 minutos más intensos que puedo recordar. 

En síntesis, Motörhead no es música, Motörhead es actitud.


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