Muchos sabemos, reflexionamos, tomamos consciencia que Guns'n Roses vino a hacer el bien.
The Spaghetti Incident me cambió la vida.
The Spaghetti Incident me cambió la vida.
Gracias al disco de los fideos descubrí a temprana edad la
existencia de los Stooges, T-Rex, New York Dolls, los Pistols y Misfits, que
luego se convertirían en parte indispensable de mi existencia.
Debe ser el peor de sus álbumes, pero me cambió la vida.
Y como una revelación, supe que aquello que te va gustar
para siempre, no necesariamente tiene que ser lo “mejor”, más calificado o de
gran calidad.
Nada de eso.
Lo que te va a gustar para siempre, es lo que te cambia la
vida.
O el momento en que ves el video de “November rain” y te
enamorás perdidamente de Slash tras su acción pelotuda de intentar buscar los
anillos torpemente en su saco – mientras Axl estaba en el altar – y Duff
frenándolo y mostrándoselos, corte “Man, ves que sos un cuelgue… los tengo yo”.
Entonces, los Guns me modificaron. Provocaron un giro
copernicano.
El primer recital al que quisiste ir cuando tenías 11 años,
y no te dejaron. La primera pelea con tus viejos. La primera vez que les
dijiste que no los ibas a perdonar nunca.
El momento en que te esforzás por traducir sus letras, para
darte cuenta después, que son una mierda y no importa. Porque lo que te cambia
la vida va más allá de redacciones y metáforas.
Esa música que te va a gustar siempre, trasciende todo hecho
racional.
Los Guns te modificaron el día que descubriste que Appetite
for Destruction y Más allá del principio del placer, de Freud, son análogos. Y
que deberían venderse juntos, como en un almacén en Córdoba te venden el Fernet
con la coca encintada.
Una tarde del 97, algún pibe en Dock Sud jugando a ser
Slash, descubrió que era el mejor escobaguitar de Avellaneda. Mucho antes del
air guitar y esas giladas.
Ese pibe, también supo que Paul McCartney siguió haciendo
música después de los Beatles tras ponerse a investigar de dónde venía ese tema
que sacaba a Axl del piano cuando estallaban fuegos artificiales, para ponerse
a correr como un desquiciado.
Te disfrazabas con tu amigo de la primaria, con un pañuelo
en la cabeza.
Te chapabas al pibe que le gustaba a una amiga mientras
sonaba Patience, porque ya fue todo. Rock.
Tardaste 20 años en darte cuenta de la profundidad de
Nightrain – y que es un tema dedicado a un licor – tomando sidra Señorío de
Ondas en botella de plástico.
Descubriste tus odios. Inspiraron tu bronca cuando dijeron
que no iban a mancharse las tejanas con tierra argentina, y escribiste un tema
con tu banda punk. Mientras lo tocaban, prendían fuego un poster de Guns’n
Roses.
Si hubo esmero en el repudio, es porque te modificaron.
The Spaghetti Incident fue el último disco con la formación
original, después de eso, Slash se tomó el palo para que nada volviera a ser
igual.
No tiene canciones propias, ni siquiera diría que superaron las
originales – cosa que supieron hacer bien en otros casos de compositores
aun más grosos o populares – pero ponerle su cuerpo y voz a temas de otros y
que una boludita como la que escribe - que no sabía quién era Marc Bolan - escuche Buick Makane y
descubra que detrás de eso había un mundo inexplorado que la haría muy feliz
los siguientes años, es un acto de amor.
Que otros conozcan diferentes horizontes gracias a tu peor
disco, es un acto de amor.
Por eso refuerzo mi hipótesis: Los Guns vinieron a hacer el
bien, a revolucionarnos con la simpleza de la sangre.
Por todo eso, gracias. Y RESPECT.
Este texto no hubiese sido posible sin los aportes de Da
Lechiguana, Juan Pablo Susel, Laura Requejo, Juani Mon, Gustavo O Cabezón, Dani
Valls, Matías Hernán y sus anécdotas y reflexiones. Invito a uds lectores, a
continuarlo con las propias en los comentarios.